Sadam Hussein ahorcado

Lo único que les faltaba a las bolsas, para caer en el marasmo, era la existencia de tres amenazas de bomba que interrumpieran la sesión, y eso es lo que sucedió ayer. La prudencia, en tiempo de guerra, se ha impuesto y muy pocos inversores hacen uso de las expectativas, aunque las autoridades económicas no se cansen de repetir que el hambre de hoy es el pan de mañana. Así se explican las guerras. 

La penúltima amenaza de Sadam Hussein y antepenúltimo discurso triunfalista de los militares aliados apenas han influido en el comportamiento de los mercados, llevados por una dosis de pragmatismo digna de tener en cuenta. Frente a lo que cabía esperar en un ciclo bajista como el actual, apenas hay «cazadores de gangas», lo que es síntoma inequívoco de que lo que hoy es barato mañana puede serlo más.


Los bancos y las constructores son los únicos títulos que sufren variaciones, aunque de escasa importancia, el resto languidece de forma preocupante. A corto plazo, la única esperanza que le queda a la Bolsa española es que parte del dinero negro que aflorará próximamente a la superficie (tal como anunció Solchaga) llegue a los mercados. Hasta que eso llegue, si sucede, y hasta que no se clarifique el panorama del Golfo (para bien o para mal), las cosas seguirán igual. Más claro lo tiene el dólar estadounidense, que tras el apoyo bélico se enfrenta a las miserías de su economía, lo que explica su debilitada posición. Ayer en Madrid fijó cambios similares a los de hace casi una década.

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