La hora del Mecanismo Único de Supervisión llegó, un paso decisivo para la consolidación de un sueño llamado U.E

Una vez publicados los test de estrés y la revisión de los balances de las 128 mayores entidades financieras de la zona euro, el Banco Central Europeo asumirá el martes su rol como nuevo supervisor bancario único, lo que supone la mayor ampliación de sus atribuciones desde que se puso en marcha en 1998 y un desafío de proporciones considerables. Bajo el paraguas del Mecanismo Único de Supervisión (MUS), dependiente de la institución que preside Mario Draghi, quedará un volumen total de activos bancarios superior a los 20 billones de euros. Pese a que el reto más inmediato de esta nueva fase será controlar que los bancos que suspendieron la prueba de resistencia del pasado 26 de octubre cubran las necesidades de capitalización detectadas (24.600 millones, de los cuales ya se han cubierto 15.150 millones), los verdaderos desafíos de este nuevo esquema de supervisión serán la homogeneización del sector financiero de la zona euro, lograr una coordinación adecuada con los supervisores nacionales (que retendrán el control de las entidades financieras de menor tamaño) y, sobre todo, conseguir de una vez que la política monetaria del BCE se transmita correctamente al conjunto del sistema financiero de la zona euro y aumente la facilidad del acceso al crédito por parte del sector privado.


La coyuntura en que se inicia la supervisión única bancaria no es nada halagüeña. La economía europea se ha estancado por la debilidad de Francia, la recesión de Italia y el menor crecimiento de Alemania, al tiempo que aumentan las dudas sobre Grecia y otros países periféricos de la Unión. Un entorno que va a poner a prueba antes de lo esperado la fiabilidad de la revisión de la calidad de los activos bancarios que el BCE ha llevado a cabo en los últimos meses. La exigencia a Draghi será mayor si cabe, teniendo en cuenta que ya soporta una gran presión política para llevar al extremo sus políticas expansivas anticrisis. La inesperada decisión del Banco de Japón la semana pasada de aumentar sus compras de activos seguramente reavivará el debate sobre la necesidad de aplicar un programa de expansión cuantitativa en la zona euro. Pero, además, el BCE deberá disipar cuestiones pendientes como la limitación a los dividendos bancarios impuesta por el Banco de España en los últimos ejercicios para forzar a las entidades a resolver su solvencia. La homogeneidad que pretende tendrá un coste, y no desdeñable, para el nuevo supervisor.

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